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Archive for 11 de agosto de 2010

Tras la campaña de Greenpeace, Nestlé dejará de utilizar aceite de palma procedente de la destrucción de los bosques tropicales para la elaboración de los famosas chocolatinas Kit Kat.

«En las redes sociales estamos aprendiendo sobre la marcha. Gracias por los comentarios».

Este fue el comentario que Nestlé dejaba el 19 de marzo en su página de fans en Facebook, tras tres días de asedio de miles de cibernautas. El comentario no duró mucho tiempo en la página, pero mostró las carencias de comunicación de la empresa, y dejó en evidencia a sus responsables tras el lanzamiento de la campaña de KitKat de Greenpeace.

La gestión de Nestlé ante esta campaña ha dado lugar a que multitud de blogs se refieran a la actuación de Nestlé como un ejemplo de lo que no hay que hacer para resolver una crisis en las redes sociales. Palabras como «desastre», «kitkatastrophe», «pesadilla» o «crisis» se repetían en cada artículo.

Pero, ¿qué han supuesto todos esos comentarios en Facebook para las selvas tropicales de Indonesia?

Los comentarios fueron el comienzo de una cadena de éxitos en la campaña. Los consumidores de Nestlé tuvieron una reacción fuerte y pidieron explicaciones acerca del origen de los productos que consumían. La presión provocó que la compañía se viera obligada a actuar. Se comprometieron a investigar sus cadenas de suministro y cancelar los contratos con las empresas cuyos productos (aceite de palma y pasta de papel) provenían de las selvas tropicales y turberas destruidas en Indonesia.

Aquí es donde el Grupo empresarial Sinar Mas entra en escena. Un conglomerado de empresas que destruyen áreas inmensas de selva tropical para la producción de aceite de palma y pasta y papel, y que era un proveedor directo e indirecto de Nestlé.

Estas regiones no sólo incluyen el hábitat del orangután y del tigre de Sumatra, ambas especies en peligro de extinción, sino también las turberas que son enormes depósitos de carbono natural. Puesto que ingentes cantidades de carbono se han acumulado en estas turberas a lo largo del tiempo, cuando son destruidas se libera a la atmósfera una gran cantidad de dióxido de carbono. Esto –unido a la alta tasa de deforestación– hace de  Indonesia el tercer país emisor de gases de efecto invernadero del planeta, precedido sólo por Estados Unidos y China.

Finalmente, Nestlé se comprometió a cancelar los contratos con el Grupo Sinar Mas.

Cuando aún no ha pasado mucho tiempo desde este éxito para el medio ambiente, Greenpeace ha lanzado un nuevo informe focalizado en Asia Pulp and Paper, una filial del Grupo Sinar Mas que está convirtiendo los bosques tropicales en papel. Empresas como Auchan o Burger King compran productos papeleros procedentes de APP.

La respuesta al informe no se hizo esperar –a los pocos días, algunas de las compañía citadas anunciaban la cancelación de contratos con Sinar Mas y al mismo tiempo la entidad financiera HSBC hacía público que había vendido sus acciones del Grupo Sinar Mas. El anuncio se produjo después de que voluntarios de Greenpeace de Reino Unido usaran técnicas de contrapublicidad contra HSBC, del tipo: “Cómo un banco invierte en la destrucción de la selva tropical y más de 10.000 personas se quejan directamente al banco por correo electrónico”.

¿Qué significa todo esto para la deforestación y la destrucción de las turberas en Indonesia? Significa un mayor control del Grupo Sinar Mas, más atención a la difícil situación de las selvas tropicales y turberas de Indonesia, y el aumento de la presión sobre el presidente de Indonesia, para que esté a la altura de sus compromisos de detener la deforestación, proteger las turberas para reducir las enormes emisiones de gases de efecto invernadero del país.

El Grupo Sinar Mas no es conocido fuera de Indonesia. No es una marca reconocida internacionalmente. No tiene una página activa en Facebook. No mantiene una política de transparencia, ni de publicar sus actividades y menos de mantener sus “compromisos” medioambientales, pero esta semana ha hecho pública una auditoría de un número limitado de sus muchas concesiones en Indonesia.

Esta auditoría es el resultado de nuestra campaña, y como esperábamos, el Grupo Sinar Mas no tiene nada nuevo que decir, es más, confirma todas las investigaciones y datos que hemos ido revelando. Siguen con sus promesas vacías de proteger el medio ambiente. Para creer este tipo de declaraciones deberían dejar de intentar lavar su imagen y empezar a aplicar políticas para detener la destrucción de las selvas tropicales y turberas de Indonesia. Hasta entonces este grupo empresarial seguirá siendo el gran destructor de las selvas tropicales de Indonesia y Greenpeace seguirá investigando y exponiendo sus malas prácticas e instará a otras compañías a cancelar los contratos, como ya han hecho Nestlé, Unilever o Kraft.

Más información: El fallido intento de Sinar Mas por lavar su imagen (https://greenpeaceblong.wordpress.com/2010/08/10/el-fallido-intento-de-sinar-mas-por-lavar-su-imagen/)

Miguel Ángel Soto, campaña de Bosques

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El océano Antártico es uno de los ecosistemas marinos menos alterados por la actividad humana. Aloja 75 millones de especies, muchas de las cuales no pueden encontrarse en ningún otro lugar. A pesar de su localización remota y de la existencia del Tratado Antártico, esta zona salvaje se encuentra amenazada por el cambio climático, la acidificación del océano, la caza de ballenas y ahora además, la pesca industrial.

Tras diezmar los stocks pesqueros en otros mares, la pesca industrial mira ahora hacia el Mar de Ross, un mar helado al sur del continente antártico. En estas aguas se encuentra la merluza negra (o bacalao de profundidad) cuya población ha vivido hasta ahora ajena a las redes y los arrastreros.

La pesca en el Mar de Ross comenzó en 1998 con palangreros procedentes de Nueva Zelanda. Desde el año 2000, 12 países han enviado sus barcos para explotar este pesquería “inexplorada”. Sólo en 2010, 18 barcos de siete países pescaban merluza negra en estas aguas vírgenes.

Por si no fuera suficiente, la extensión y el aislamiento de esta parte del océano favorece la proliferación de pesca ilegal que, sin ningún tipo de regulación, emplea técnicas de pesca destructivas con las que además se capturan otras especies como albatros y petreles.

La merluza negra es el pez de mayor tamaño del océano antártico y tarda muchos años en alcanzar la madurez, por lo que es especialmente sensible a la sobrepesca. Esta especie es muy importante para el ecosistema del Mar de Ross, por lo que su pesca puede afectar a otra especies, como por ejemplo a las orcas, que se alimentan de ella, y cuyas poblaciones ya se han visto disminuidas.

Una vez en el mercado, la merluza negra se vende a precio de delicatessen. Está en las manos de los consumidores, restauradores y chefs el rechazar esta especie en sus mostradores y menús y contribuir así a proteger el Mar de Ross.

El Tratado Antártico estableció que la Antártida fuese un lugar de ciencia y de paz.
Para que esto sea así debemos proteger también sus aguas. Con la declaración del Mar de Ross como Reserva Marina, quedará protegido frente a la amenaza de la pesca y las actividades industriales.

Teniendo en cuenta que tan sólo el 1% de nuestros mares y océanos están protegidos, parece una petición más que razonable y un paso más para mejorar la salud de los océanos.

Informe sobre la pesca en el Mar de Ross (en inglés) “Defending the last ocean”

Elvira Jimenez, campaña de Océanos

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Imagen área de la central nuclear de Cofrentes, en Valencia

El pasado 9 de agosto la central nuclear de Cofrentes (Valencia) sufrió una nueva avería, que se une al interminable listado de fallos y problemas de seguridad que padece esta central, y que evidencia el agotamiento de su vida útil.

En este caso, la anomalía ha consistido en la parada de una de las cuatro bombas que impulsan el agua altamente radioactiva del circuito primario de la central desde el condensador al núcleo del reactor (donde se encuentra el combustible nuclear). Esto ha ocasionado que se redujera la potencia de la central en casi 500 MW, cerca de la mitad de la potencia normal del reactor.

El condensador es el “intercambiador de calor”, es decir, extrae el calor generado en las reacciones nucleares del circuito primario al secundario, lo que permite mantener constante la temperatura del reactor. Al averiarse esta bomba ha disminuido el calor extraído y la central ha tenido que reducir potencia, o sea, generar menos calor, para que la temperatura del reactor no subiera peligrosamente. Se trata de un problema en el mecanismo primario de control de la central, y por partida doble: por un lado no entra suficiente agua enfriada en el núcleo del reactor y, por otro, reduce el vacío del condensador, y con él su capacidad de trabajo.

La plataforma Tanquem Cofrents, de la que forma parte Greenpeace (1), critica que los responsables de la central de Cofrentes no la hayan parado para poder descubrir la causa de esta nueva avería, la cual, en principio, podría afectar también al resto de la bombas de circulación del agua radioactiva. Este actitud vuelve a demostrar que la dirección de la central, propiedad de Iberdrola, prioriza la producción eléctrica y los benéficos económicos por encima de la seguridad de los trabajadores y de la población en general.

Tanquem Cofrents exige que se hagan públicos los resultados de la investigación sobre la causa de esta avería y las medidas que se van a tomar para que no se repita, y no se continúe con la política de falta de transparencia a la que ya nos tiene acostumbrados Iberdrola.

(1) La Plataforma Tanquem Cofrents agrupa a las organizaciones: Greenpeace, Intersindical Valenciana, Ecologistes en Acció-P.V., Joves Verds, Acció Ecologista-Agró, WWF-Valencia, CGT-P.V., Acció Pel Clima, Gecen, Compromís pel Territori, Xúquer Viu, Baladre, CAT-P.V., y Salvemos Mijares.

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